lunes, 19 de mayo de 2008

Uno de cada siete uruguayos padece "estado de pánico": miedo al miedo

Si cada cinco uruguayos, uno sufre depresión patológica, cada siete uno padece "estado de pánico", una enfermedad inmovilizante que podría definirse como la fobia al mismo miedo. "Fóbicos Anónimos" atiende cada día más pacientes.

Cuando uno menos lo espera, se queda en blanco. En blanco, totalmente. Duro como una estaca, aterrorizado. El entorno sigue siendo el mismo de un momento atrás. Pero el miedo no deja reaccionar, la respiración se entrecorta, el "estado de pánico" acaba de desatar su crisis.

Esta exacerbación absoluta de la ansiedad es un fenómeno diagnosticado en tiempos modernos. Aunque tan antigua como el hombre, la patología es reconocida, atendida y tratada en tiempos muy recientes, considerada entre las de más rápida expansión en Uruguay y el mundo.

Aunque el miedo es una reacción normal del humano ante el peligro, la sucesiva y constante proliferación de miedos, consecuencia de ansiedades negativas, hace estallar en determinado momento la contención habitual. Las sociedades desarrolladas son las que más proclives están a generar el fenómeno; las sociedades desarrolladas pero caídas en crisis, son óptimo caldo de cultivo para la enfermedad.

Inestabilidad laboral en aumento, inseguridad ciudadana, creciente delincuencia, angustias ciertas e imaginarias multiplican la incidencia del mal. En ese marco, Uruguay es de absolutamente alto riesgo.

Se estima que uno de cada siete uruguayos experimenta alguna fase de estas crisis de manera periódica. Si bien la ansiedad en grado de patología alcanza a no menos de la mitad de nuestros compatriotas, la exacerbación de sus síntomas y el desenlace en el "estado de pánico" se multiplica más rápidamente todavía.

Aunque afecta sin distinción de raza o condición social, el "estado de pánico" aparece con mayor frecuencia entre los 30 y los 40 años. Las mujeres lo sufren en relación doble que los hombres.

Difícil detección

"El problema más grande que ha enfrentado el mundo en este tema es la detección", plantea Dagmar Van der Weck, fundadora de Fóbicos Anónimos, entidad que cumplió tres años en noviembre último.

"En países como Uruguay, donde visitar un psiquiatra es aún mirado con recelo por muchos; donde que una mujer sienta pánico suele ser visto como condición natural femenina, el reconocimiento de que se padece una enfermedad que necesita tratamiento es complejo", sentencia.

En este marco, los grupos de autoayuda, que comenzaron funcionando en algunos barrios montevideanos a razón de tres veces por semana, se han expandido de manera notable. Actualmente hay un grupo funcionando cada día, en algún barrio capitalino.

Hay grupos en Salto y Bella Unión, y aspiran abrir este año lugares de atención en Maldonado, Colonia y Melo.

"Somos un complemento del médico, jamás un sustituto", afirma Van der Weck, durante ocho años paciente por estados de pánico.

"La otra gran actividad prevista a corto plazo es el 20 de marzo próximo, en la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde el doctor Guillermo Castro Quintela abrirá nuevas puertas de análisis e información sobre nuestras acciones para este año", agrega.

Sin jugar con las palabras

"Es fácil decir: tiene miedo, se asustó. Pero esto es otra cosa. Yo ya no juego más con las palabras", explica la coordinadora de Fóbicos Anónimos.

"El momento del ataque es algo completamente inesperado. Algo espantoso que se siente físicamente, que genera una incertidumbre atroz: a uno le parece que va a morirse o a volverse loco", explica.

Cuenta su caso: la experiencia la impactó mientras manejaba por la Ruta Interbalnearia rumbo al este, en pleno mediodía de verano.

"En aquellos días, la ruta todavía era angosta. La ONDA se me puso atrás y me hacía señas con las luces. Yo no entendía qué quería que hiciera, y tampoco podía salir de la ruta. Ahí tuve un ataque con palpitaciones; sudaba a mares, me desesperaba la sensación de ahogo. Creía que me iba a morir ahí mismo", recuerda. Después de ese incidente en que se salvó de estrellarse por milagro, las aterrorizantes experiencias se repitieron.

Al igual que muchos otros pacientes, comenzó a visitar médicos. Su peregrinar fue inútil: para los análisis clínicos era una persona "sana".

Finalmente encontró un psiquiatra que diagnosticó "ataques de pánico". Comenzó a hacerse tratar, demoró ocho años en recuperarse. Pero ya en esa etapa pensaba en ayudar a otros que padecieran de lo mismo.

Hoy, su meta es consolidar una fundación que a nivel nacional atienda la enfermedad.

"Porque debe tenerse en claro que esto es una enfermedad. Una enfermedad con predisposiciones genético-biológicas que debe ser tratada".

Recuerda su asombro al descubrir que lo suyo lejos estaba de ser una rareza médica: había muchos como ella que sufrían, pero que al no ser diagnosticados seguían padeciendo.

Aún hoy, cuando se estima que el 10% de la población sufre ataques, los diagnósticos no siempre son acertados o fáciles.

El problema se multiplicó de tal forma en el país que las propias emergencias móviles debieron prepararse adecuadamente. Se estima que hasta un 15% de las llamadas que reciben son por causa de ataques de pánico. "Así, las emergencias móviles comenzaron a derivarnos casos. Poco después, los psiquiatras de algunas mutualistas comenzaron a hacer otro tanto".

Con medicación, tratamiento y tiempo, la enfermedad es curable. Van der Weck afirma que hace cinco años que no experimenta una crisis. "Pero si la tuviera, ya sé cómo manejarla, sé lo que hacer. Pero otros afectados, no. Ahora, con los grupos de autoayuda tenemos un referente más que valioso para todos".

Los "Fóbicos Anónimos"

A partir de la organización argentina Fóbicos Anónimos, que buscaba combatir los miedos enfermizos de la gente, la asociación comenzó a tomar cuerpo hace unos cuatro años en Uruguay.

Después de contactos con esta organización y con otra estadounidense aún más antigua, la idea cuajó.

Con el apoyo de psiquiatras y técnicos afines, los Fóbicos Anónimos de Uruguay comenzaron sus primeras reuniones en un local de Malvín. Luego otro fue abierto en La Comercial, mientras el de Malvín se trasladaba a Carrasco. Después alcanzaron Las Piedras. Actualmente se considera que hay en atención cerca de 150 personas, en siete grupos distintos en la capital. Una aspecto interesante para tener en cuenta es que estos tratamientos tienen un principio y un final. "Esto es distinto a otros grupos de Anónimos que tienen patologías complejas: acá fijamos un tiempo de trabajo común, de acción conjunta, para finalmente encontrar una solución al paciente".

Descarta cuantificar el total de personas atendidas a nivel institucional, "aunque seguramente sean ya algunos miles".

Fobicos Anónimos prioriza ahora su preocupación por el interior del país, en tanto los grupos de autoayuda consolidados son menos a los deseados.

Cómo contactarse

Las vías para contactar a Fóbicos Anónimos son de las más simples (Teléfonos: 601 5133, 601 8645. Celular: 094 303935. Correo electrónico: fóbicosAnónimos@hotmail.com).

Los interesados deben allí responder algunas preguntas vinculadas al eventual tratamiento recibido, medicación, etc. Aceptados en el grupo, comienzan una serie de terapias que paulatinamente llevan a superar el miedo.

"En definitiva esto es más que una simple fobia: esto es miedo al miedo; miedo a perder el control".

"Yo llegué a pedirle a los vecinos que ayudaran a mis hijos a cruzar la calle, porque tenía miedo hasta a salir de casa. Ahora, con el control de mi vida en mis manos, puedo decir que he resucitado. Y quiero que otros también sientan lo mismo".

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola. La verdad es que las Fobias Sociales son lo peor de las enfermedades. Se la pasa mal. Saludos.